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Reserva Maquipucuna

diciembre 1, 2025

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El bosque que guarda el alma del noroccidente de Quito

En el noroccidente de Quito, donde las montañas se disuelven en nubes y el aire huele a tierra húmeda, se encuentra uno de los secretos mejor guardados del Ecuador: la Reserva Maquipucuna.

A apenas hora y media del centro de la capital, este santuario natural protege más de 6.000 hectáreas de bosque nublado, hogar de cientos de especies de aves, mamíferos, anfibios, orquídeas y árboles gigantes.

Maquipucuna es más que una reserva: es un recordatorio vivo de que Quito no termina en sus calles, sino que continúa en los bosques, en las quebradas y en las comunidades que mantienen viva una relación ancestral con la naturaleza. Es un refugio donde el visitante redescubre el valor del silencio, la lentitud y la armonía con el entorno.

Un paraíso entre nubes

El nombre Maquipucuna proviene del quichua y significa “la mano que cuida”. Y no podría describirlo mejor. Aquí, la naturaleza no se observa desde lejos: se siente, se respira y se escucha.

Los senderos del bosque conducen a un universo donde la niebla se cuela entre los árboles, el canto de las aves marca el ritmo del día y el murmullo del agua acompaña cada paso.

Ubicada entre los 800 y 2.800 metros sobre el nivel del mar, la reserva forma parte del Corredor del Oso Andino, una franja ecológica que conecta los ecosistemas de los Andes con los bosques tropicales del Chocó biogeográfico.

Esta ubicación estratégica convierte a Maquipucuna en uno de los lugares más biodiversos del Distrito Metropolitano de Quito. En sus límites confluyen climas templados, húmedos y fríos; y cada uno alberga una sorprendente variedad de especies.

Más de 400 especies de aves han sido registradas aquí, junto con 45 especies de mamíferos, entre ellos el emblemático oso de anteojos (Tremarctos ornatus), símbolo de los Andes tropicales y emblema de la conservación en Ecuador.

El encuentro con el oso de anteojos

Cada año, entre los meses de julio y noviembre, un visitante muy especial recorre las laderas de Maquipucuna: el oso andino.

Atraídos por los árboles de aguacatillo, su alimento favorito, estos animales descienden del páramo hacia el bosque nublado, ofreciendo a los visitantes la oportunidad única de observarlos en libertad, un privilegio que solo ocurre en contados lugares del mundo.

Los guías de la reserva organizan caminatas tempranas para el avistamiento responsable del oso, siguiendo estrictos protocolos de conservación que garantizan tanto la seguridad del animal como la de los turistas.

Verlo entre los árboles, moviéndose con calma y fuerza, es una experiencia transformadora: un encuentro que recuerda que el bosque sigue siendo hogar de vida salvaje.

Maquipucuna es uno de los pocos sitios del planeta donde esta especie puede verse sin jaulas ni artificios, y donde el turismo se convierte en una herramienta de protección activa.

Los fondos generados por las visitas se reinvierten en monitoreo de cámaras trampa, reforestación y educación ambiental para las comunidades cercanas.

El avistamiento del oso no es solo un atractivo turístico: es un símbolo del equilibrio entre conservación, ciencia y turismo responsable. Los científicos que trabajan en la reserva han identificado más de 50 individuos distintos en los últimos años, lo que demuestra el éxito de los esfuerzos de preservación.

El paraíso para observadores de aves

Para los amantes del birdwatching, Maquipucuna es un auténtico paraíso.

Los amaneceres se llenan de trinos y colores imposibles: el Gallito de la Peña, el Quetzal Dorado, el Tucán del Chocó, así como decenas de tangaras, trepatroncos, trogones y colibríes revolotean entre los árboles creando un espectáculo que parece pintado con acuarelas.

La reserva cuenta con miradores naturales y estaciones donde guías locales —expertos en avifauna— ayudan a identificar especies y comparten información sobre sus comportamientos.

En un solo día es posible registrar más de 80 especies distintas; mientras que en una semana completa se pueden superar las 200 especies observadas. Esto ha llevado a Maquipucuna a formar parte activa dentro Red Chocó Andino junto a otras reservas como Pambiliño Amagusa Santa Lucía consolidando así una ruta turística científica sin igual.

Entre septiembre e enero durante esta temporada migratoria nuevas sorpresas llegan cuando aves norteamericanas amazónicas cruzan cielos andinos creando mosaicos biodiversidad fascinantes tanto aficionados profesionales ornitólogos por igual.

Senderos que cuentan historias

Explorar Maquipucuna es caminar entre la historia natural de los Andes.

La red senderos —de dificultad baja a media— permite recorrer cascadas ríos cristalinos miradores árboles centenarios cubiertos musgo.

Uno popular es Sendero Oso atraviesa zonas bosque primario conduce puntos estratégicos observación fauna. También está Sendero Orquídeas florecen más 250 especies diferentes algunas tan diminutas solo perciben lupa.

Cada camino revela historia distinta: hojas gigantes sirven refugio ranas endémicas hongos bioluminiscentes iluminan noche mariposas parecen fragmentos cielo.

El sonido insectos canto pájaros humedad constante crean atmósfera casi mágica.

Maquipucuna no camina respira.

Maquipucuna no camina respira.

Turismo responsable con esencia local

A diferencia otros destinos naturales Maquipucuna busca turismo masivo sino consciente transformador.

La reserva gestionada Fundación Maquipucuna desde hace más tres décadas trabaja mano comunidades locales Nanegal Nanegalito Yunguilla promoviendo modelo conservación basado educación investigación desarrollo comunitario.

El alojamiento dentro reserva combina confort respeto entorno.

Las cabañas ecológicas construidas materiales locales bambú madera reciclada piedra ofrecen vistas panorámicas bosque.

El suministro eléctrico proviene paneles solares sistemas energía limpia gastronomía basada productos orgánicos cultivados zona.

Los visitantes disfrutar menús elaborados ingredientes locales frutas tropicales café chocolate artesanal.

También organizan talleres cocina tradicional producción café elaboración chocolate guiados habitantes comunidades vecinas.

De esta forma cada experiencia turística genera beneficios económicos directos familias rurales fortaleciendo sentido pertenencia reduciendo presión recursos naturales.

Además Maquipucuna desarrolla proyectos educativos niños jóvenes enseñan prácticas conservación reforestación reciclaje muchos estos jóvenes convierten luego guías monitores técnicos ambientales convirtiendo educación motor cambio real.

El valor agua vida

Más allá belleza Maquipucuna cumple papel vital equilibrio ecológico abastecimiento agua Quito.

Los ríos quebradas nacen reserva alimentan importantes cuencas hidrográficas como río Guayllabamba que su vez abastecen capital.

Los bosques nublados actúan esponjas naturales capturan humedad nubes almacenan agua suelo liberan lentamente forma riachuelos.

Caminar junto uno estos ríos cristalinos comprender ciudad naturaleza unidas mismo hilo invisible agua.

Por eso cada visita reserva tiene impacto positivo.

Parte ingresos destinan proyectos restauración cuencas control especies invasoras monitoreo climático.

Gracias estos esfuerzos Maquipucuna convertido laboratorio vivo donde científicos ecuatorianos extranjeros estudian efectos cambio climático sobre ecosistemas tropicales.

Un puente entre la ciencia y la comunidad

En Maquipucuna, la ciencia no se limita a los laboratorios; camina por los senderos.

Investigadores de la biodiversidad, ornitólogos, botánicos y estudiantes universitarios realizan investigaciones continuas sobre la flora, la fauna y la dinámica de los bosques.

Este conocimiento compartido ayuda a las comunidades a aprender a utilizar los conocimientos científicos como herramienta para mejorar las prácticas agrícolas y forestales.

La reserva también forma parte de redes internacionales de conservación como Chocó Andino Pichincha, declarada Reserva de la Biosfera por la UNESCO.

Este reconocimiento internacional pone de relieve el valor global de la zona no sólo por su biodiversidad, sino también como modelo de coexistencia entre la naturaleza y los seres humanos.

Cómo llegar y qué llevar

Desde Quito, toma un vehículo privado para un trayecto de aproximadamente una hora y treinta minutos hasta Maquipucuna.

La ruta común vía Nono – Nanegalito es un recorrido panorámico que atraviesa valles, bosques y miradores naturales.

Se recomienda llevar:

  • Ropa cómoda y ligera pero abrigada para las tardes
  • Poncho para la lluvia o chaqueta impermeable
  • Zapatillas de senderismo antideslizantes
  • Prismáticos y cámara
  • Repelente de insectos y protector solar ecológicos

El tiempo varía drásticamente; las mañanas suelen ser soleadas, mientras que las tardes traen niebla y llovizna.

La reserva está abierta todo el año, pero la mejor época para visitarla es entre junio y noviembre, cuando hay más actividad de fauna, sobre todo de osos y aves migratorias.

Las experiencias dejan huella

Más allá de los senderos y los paisajes, lo que hace único a Maquipucuna es la emoción y la conexión que despierta en cada visitante.

Quienes vienen aquí sólo para hacer fotografías viven una experiencia transformadora.

Muchos turistas extranjeros, sobre todo de Estados Unidos, Europa y Japón, regresan cada año para seguir explorando el bosque, colaborar como voluntarios y participar en programas de reforestación.

El programa de voluntariado Maquipucuna te permite participar en tareas como la plantación de árboles autóctonos y la vigilancia.

Aquí se han registrado más de 400 especies de aves, junto con 45 especies de mamíferos
, incluido el emblemático oso de anteojos (Tremarctos ornatus), símbolo
de los Andes tropicales y emblema de la conservación en Ecuador.

El encuentro con el oso de anteojos
Cada año, entre los meses de julio y noviembre, un visitante muy especial recorre
las laderas de Maquipucuna: el oso andino.
Atraídos por los aguacateros, su alimento favorito, estos animales descienden del páramo
al bosque nuboso, ofreciendo a los visitantes una oportunidad única de observarlos
en libertad, un privilegio que sólo se da en unos pocos lugares del mundo.
Los guías de la reserva organizan paseos a primera hora de la mañana para la observación responsable del oso
, siguiendo estrictos protocolos de conservación que garantizan la seguridad tanto del animal
como de los turistas.
Verlo entre los árboles, moviéndose con calma y fuerza, es una experiencia transformadora
: un encuentro que nos recuerda que el bosque sigue siendo el hogar de la vida salvaje.
Maquipucuna es uno de los pocos lugares del planeta donde se puede ver a esta especie
sin jaulas ni artificios, y donde el turismo se convierte en una herramienta de protección activa.
Los fondos generados por las visitas se reinvierten en el seguimiento con cámaras trampa, la reforestación de
y la educación medioambiental de las comunidades cercanas.
La observación de osos no es sólo una atracción turística: es un símbolo del equilibrio entre
conservación, ciencia y turismo responsable. Los científicos que trabajan en la reserva
han identificado más de 50 individuos distintos en los últimos años,
lo que demuestra el éxito de los esfuerzos de conservación.

Un paraíso para los observadores de aves
Para los aficionados a la observación de aves, Maquipucuna es un verdadero paraíso.
Los amaneceres están llenos de trinos y colores imposibles: el Gallito de la Peña, el
Quetzal Dorado, el Tucán del Chocó, así como decenas de tangaras, agateadores,

trogones y colibríes revolotean entre los árboles creando un espectáculo que parece
pintado con acuarelas.
La reserva cuenta con miradores naturales y estaciones donde los guías locales -expertos en
avifauna- ayudan a identificar las especies y comparten información sobre sus comportamientos.
En un solo día, es posible registrar más de 80 especies diferentes; mientras que en una
semana completa, se pueden superar las 200 especies observadas. Esto ha llevado a
Maquipucuna a formar parte activa de la Red Chocó Andino junto con
otras reservas como Pambiliño Amagusa Santa Lucía, consolidando así una ruta turística científica única
.
Entre septiembre y enero, durante esta estación migratoria, llegan nuevas sorpresas
cuando las aves amazónicas norteamericanas cruzan los cielos andinos creando fascinantes mosaicos de biodiversidad
tanto para ornitólogos aficionados como profesionales.
Senderos que cuentan historias
Explorar Maquipucuna es caminar por la historia natural de los Andes.
La red de senderos -de dificultad fácil a media- te permite explorar
cascadas, ríos cristalinos, miradores y árboles centenarios cubiertos de musgo.
Un sendero popular es el Sendero Oso, que atraviesa zonas de bosque primario y conduce a
puntos estratégicos para observar la vida salvaje. También está el Sendero Orquídeas, donde
florecen más de 250 especies diferentes, algunas tan diminutas que sólo pueden verse
con una lupa.
Cada sendero revela una historia diferente: hojas gigantes dan cobijo a ranas endémicas,
setas bioluminiscentes iluminan la noche, y las mariposas parecen
fragmentos del cielo.
El sonido de los insectos, el canto de los pájaros y la humedad constante crean una atmósfera casi
mágica.
Maquipucuna no camina, respira.
Maquipucuna no camina, respira.
Turismo responsable con esencia local

A diferencia de otros destinos naturales, Maquipucuna no busca el turismo de masas, sino
un turismo consciente y transformador.

La reserva está gestionada por la Fundación Maquipucuna, que lleva más de tres décadas trabajando en
mano a mano con las comunidades locales de Nanegal, Nanegalito y Yunguilla, promoviendo un modelo de conservación basado en la educación,
la investigación y el desarrollo comunitario.
El alojamiento dentro de la reserva combina la comodidad con el respeto al medio ambiente
.
Las cabañas ecológicas construidas con materiales locales como bambú, madera reciclada,
y piedra ofrecen vistas panorámicas del bosque.
El suministro eléctrico procede de paneles solares y sistemas de energía limpia, y la cocina de
se basa en productos ecológicos cultivados en la zona.
Los visitantes pueden disfrutar de menús elaborados con ingredientes locales, frutas tropicales, café artesanal
y chocolate.
También organizan talleres de cocina tradicional, producción de café y elaboración de chocolate
guiados por los habitantes de las comunidades vecinas.
De este modo, cada experiencia turística genera beneficios económicos directos para las familias rurales de
, reforzando su sentido de pertenencia y reduciendo la presión sobre los recursos naturales de
.
Además, Maquipucuna desarrolla proyectos educativos para niños y jóvenes
, enseñándoles prácticas de conservación como la reforestación y el reciclaje.
Muchos de estos jóvenes se convierten más tarde en guías o técnicos medioambientales,
convirtiendo la educación en un verdadero motor de cambio.
El valor del agua es la vida
Más allá de su belleza, Maquipucuna desempeña un papel vital en el equilibrio ecológico y
abastecimiento de agua para Quito.
Los ríos y arroyos que nacen en la reserva alimentan importantes cuencas hidrográficas
como el río Guayllabamba, que a su vez abastecen a la capital.
Los bosques nubosos actúan como esponjas naturales, captando la humedad de las nubes, almacenando
agua en el suelo y liberándola lentamente en forma de arroyos.

Caminando junto a uno de estos ríos cristalinos, puedes comprender cómo la ciudad
y la naturaleza están conectadas por el mismo hilo invisible del agua.
Por eso cada visita a la reserva tiene un impacto positivo.
Una parte de los ingresos se destina a proyectos de restauración de cuencas hidrográficas, control
de especies invasoras y vigilancia del clima.
Gracias a estos esfuerzos, Maquipucuna se ha convertido en un laboratorio viviente donde
científicos ecuatorianos y extranjeros estudian los efectos del cambio climático en los ecosistemas tropicales
.
Un puente entre la ciencia y la comunidad
En Maquipucuna, la ciencia no se limita a los laboratorios; camina por los senderos.
Investigadores de la biodiversidad, ornitólogos, botánicos y estudiantes universitarios realizan
investigaciones continuas sobre la flora, la fauna y la dinámica de los bosques.
Este conocimiento compartido ayuda a las comunidades a aprender a utilizar el conocimiento científico como herramienta
para mejorar las prácticas agrícolas y forestales.
La reserva también forma parte de redes internacionales de conservación como Chocó
Andino Pichincha, declarada Reserva de la Biosfera por la UNESCO.
Este reconocimiento internacional pone de relieve el valor mundial de la zona, no sólo por su biodiversidad
sino también como modelo de coexistencia entre la naturaleza y los seres humanos.
Cómo llegar y qué llevar
Desde Quito, toma un vehículo privado para un viaje de aproximadamente una hora y treinta
minutos hasta Maquipucuna.
La ruta común vía Nono – Nanegalito es un recorrido panorámico que atraviesa valles, bosques de
y miradores naturales.
Se recomienda llevar:
 Ropa cómoda y ligera pero abrigada para las tardes
 Poncho para la lluvia o chaqueta impermeable

 Zapatos de senderismo antideslizantes
 Prismáticos y cámara
 Repelente de insectos ecológico y protector solar
El tiempo varía drásticamente; las mañanas suelen ser soleadas mientras que las tardes traen
niebla y llovizna.
La reserva está abierta todo el año, pero la mejor época para visitarla es entre junio y
noviembre, cuando hay más actividad de fauna, sobre todo de osos y aves migratorias
.
Las experiencias dejan huella
Más allá de los senderos y los paisajes, lo que hace único a Maquipucuna es la emoción
y la conexión que despierta en cada visitante.
Quienes vienen aquí sólo para hacer fotografías viven una experiencia transformadora.
Muchos turistas extranjeros, sobre todo de Estados Unidos, Europa y Japón, regresan cada año a
para seguir explorando la selva, colaborar como voluntarios y
participar en programas de reforestación.
El programa de voluntariado Maquipucuna te permite implicarte en tareas como
plantando árboles autóctonos y vigilando.

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Luis Fernando Fuertes
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AntPreviousQuito: clima, mes a mes y qué llevar
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