A pocos minutos de Quito, te espera otro mundo: nubes bajas, ríos fríos, colibríes imposibles y bosques que respiran lento. No hace falta viajar horas para sentir selva, páramo y neblina; basta con salir del Valle de Los Chillos, Tumbaco o la avenida Occidental para entrar en el corazón del Chocó Andino y del bosque nublado, hoy reconocido como Reserva de Biósfera por la UNESCO.
En este blog te llevo por ocho reservas naturales dentro del Distrito Metropolitano de Quito o en su entorno inmediato: Amagusa, Pambiliño, Maquipucuna, Santa Lucía, Intillacta, Pahuma, Yanacocha y Verdecocha. Cada una tiene una personalidad distinta colibríes, osos de anteojos, orquídeas, cacao, comunidades— pero todas comparten algo: son espacios vivos donde la conservación se sostiene gracias a la gente que decidió proteger el bosque.
Reservas naturales a minutos de Quito: el mapa vivo del bosque nublado
El noroccidente de Quito concentra una red de reservas privadas, comunitarias y áreas municipales de conservación que forman parte del gran corredor del Chocó Andino. En conjunto, protegen miles de hectáreas de bosque nublado, páramo y selva baja, con niveles de biodiversidad entre los más altos del planeta.
Muchas de estas reservas están dentro de áreas protegidas municipales como el ACUS Mashpi-Guaycuyacu-Sahuangal, una zona de conservación y uso sostenible declarada por Quito en 2010, que abarca más de 17.000 hectáreas y siete comunidades. Otras nacen como iniciativas privadas que, con los años, han tejido alianzas con fundaciones, universidades y organizaciones internacionales.
Visitar estas reservas no es solo “ir al bosque”: es entrar en territorios donde se investiga, se hacen proyectos de educación ambiental, se generan empleos locales y se experimentan modelos de turismo responsable. Muchas ofrecen senderos señalizados, alojamiento, alimentación y programas guiados; otras son más simples, pero igual de poderosas para quien busca un contacto directo con la naturaleza.
La mayoría se encuentra a entre 1 y 3 horas de Quito en vehículo, lo que las convierte en escapadas perfectas de día completo o de fin de semana: sales de la ciudad después del desayuno y, antes del almuerzo, ya estás caminando entre nubes, escuchando tucanes o mirando colibríes a menos de un metro de distancia.
Reserva Amagusa: el paraíso de los colibríes
Mashpi Amagusa es una reserva privada en pleno corazón del Chocó Andino, famosa entre observadores de aves de todo el mundo por sus colibríes endémicos y tangaras multicolor. Sus comederos y miradores permiten ver de cerca especies buscadísimas como la emperatriz brillante, la corona violeta aterciopelada, la sílfide de cola violeta o el inca marrón.
Además de los colibríes, ofrece senderos en bosque nublado, cascadas y miradores con vistas profundas del valle. Es una parada obligada si te interesa la fotografía de aves o si quieres entender por qué el Chocó Andino es considerado un “hotspot” mundial de biodiversidad.
Reserva Pambiliño: selva, cacao y conservación en equilibrio
Pambiliño Bosque Escuela es mucho más que una reserva: es un proyecto educativo dentro del área de conservación y uso sostenible Mashpi–Guaycuyacu–Sahuangal, en la parroquia de Pacto, al noroccidente de Quito.
Aquí se combinan selva del Chocó, cultivos de cacao y proyectos de permacultura. Talleres, programas para estudiantes y voluntariados muestran cómo se puede producir de forma sostenible mientras se conserva el bosque tropical. Caminas entre árboles gigantes, aprendes sobre bosques comestibles y terminas probando chocolate hecho en el territorio.
Reserva Maquipucuna: el hogar del oso de anteojos y la neblina eterna
A unas dos horas de Quito se encuentra Maquipucuna, una de las reservas de bosque nublado más emblemáticas del Ecuador y pionera en conservación desde los años 80. Su fama internacional se debe, en parte, a los osos de anteojos: en ciertas épocas del año, estos mamíferos se alimentan de aguacatillos en los árboles cercanos a los senderos, ofreciendo uno de los pocos lugares del mundo donde es posible verlos en libertad con relativa frecuencia.
Además del oso, Maquipucuna protege bosques que son verdaderas “esponjas de agua” para Quito, ofrece alojamiento, gastronomía local y senderos interpretativos para conocer más de la flora, la fauna y la cultura del valle.
Reserva Santa Lucía: un bosque comunitario que protege la vida
La Reserva del Bosque Nublado Santa Lucía se ubica en Nanegal, a unos 80 km al noroccidente de Quito, y es manejada por una comunidad local que decidió apostar por la conservación. Protege unas 720 hectáreas, de las cuales el 80 % es bosque primario, donde se han registrado más de 400 especies de aves y más de 300 variedades de orquídeas.
Para llegar al albergue principal hay que caminar una empinada subida entre bosque (parte de la experiencia), y desde allí se accede a miradores, cascadas y senderos de observación de aves. Es uno de los mejores ejemplos de turismo comunitario en el bosque nublado quiteño.
Reserva Intillacta: naturaleza y cultura en armonía
Intillacta (a menudo asociada a Tucanopy) es una reserva ecológica y granja orgánica ubicada en el bosque nublado cerca de Mindo. Aquí la conservación se enlaza con procesos educativos sobre cambio climático, sustentabilidad y soberanía alimentaria.
Los visitantes pueden participar en recorridos guiados, aprender sobre agroecología, caminar entre cultivos y bosque, y comprender cómo se conecta la salud del suelo con la salud de la comunidad. Es un lugar ideal si buscas una experiencia que combine naturaleza, cultura y aprendizaje.
Reserva orquideológica Pahuma: orquídeas y cascadas que roban el aliento
A aproximadamente una hora de Quito, en la vía a Nanegalito, se encuentra la Reserva Orquideológica El Pahuma, un bosque nublado de unas 375 hectáreas que protege más de 300 especies de orquídeas silvestres.
Sus senderos, que van desde recorridos cortos de 20 minutos hasta caminatas de varias horas, atraviesan cascadas, miradores y zonas de bosque donde es posible ver oso de anteojos, gallo de la peña y otros habitantes del Chocó. Cuenta con restaurante, camping y alojamiento básico, lo que la hace perfecta para una escapada de fin de semana centrada en orquídeas, agua y neblina.
Reserva Yanacocha: el reino del zamarrito pechinegro
En las laderas altas del volcán Pichincha, a unos 3.500 m de altitud, se extiende la Reserva Biológica Yanacocha, administrada por la Fundación Jocotoco. Abarca alrededor de 1.200 hectáreas de bosque montano y páramo, y es el principal hábitat conocido del zamarrito pechinegro, un colibrí críticamente amenazado y ave emblemática de Quito desde 2005.
Sus senderos, como El Inca o La Trocha, permiten observar colibríes de alta montaña, bosques achaparrados y vistas impresionantes del valle. Aquí el clima es frío y húmedo, así que abrigo y cortaviento no son opcionales.
Reserva Verdecocha: senderos entre nubes
Verdecocha es un bosque protector del Chocó Andino que resguarda unas 1.270 hectáreas de bosque nublado en el noroccidente de Quito.
La reserva ofrece una red de senderos entre árboles cubiertos de musgo, riachuelos cristalinos y espacios para rituales de sanación y contacto con la naturaleza, según la descripción oficial de turismo de Pichincha.
Es ideal para quienes buscan una experiencia más introspectiva:
caminatas lentas, baños de bosque, talleres y actividades que conectan lo espiritual con lo ecológico,
siempre con la neblina como compañera.