Iglesia de Santo Domingo
La Iglesia de Santo Domingo es uno de los templos más importantes del Centro Histórico, donde descansa una de las capillas más atesoradas de toda la ciudad. Tiene un estilo distinto al de la mayoría de las principales iglesias de la capital. Gran parte de la obra original fue reemplazada por nuevas piezas del siglo XIX, ya que los sacerdotes italianos de la época decidieron favorecer elementos neoclásicos.
Desde 1586, Fray Pedro Bedón vivió y trabajó en la iglesia, donde empezó su legado artístico. El museo ofrece una visión general de la crème de la crème del arte colonial religioso, mostrando las técnicas y sincretismo cultural de importantes íconos y pesebres.
Su interior es muy colorido
Dominado por techos altos celestes y hermosos artesonados, combinados con vivaces rosados y el dorado de la madera que dominados por diseños mudéjares. Santo Domingo cuenta con uno de los interiores de iglesia más coloridos. A la derecha del altar principal se encuentra el inolvidable rococó de la capilla de la Virgen del Rosario de color escarlata decorado con pan de oro. Este retablo llamativo es un verdadero placer visual. La Virgen del Rosario fue un obsequio de Carlos V en la época de la colonia a la iglesia de Santo Domingo y hoy es una de las capillas más hermosas de la ciudad. Su tallado en madera de cedro y aliso, bañado en pan de oro, con fondos policromados, revelan dos puertas que dan paso al “recamarín de la virgen”, un cuarto donde se colocan las flores, los ornamentos y la ropa que ha sido obsequiada a la religiosa por sus fieles creyentes. Estos obsequios revelan no sólo el amor a la virgen en sí, sino la apasionada costumbre quiteña de vestir (y vestir bien) al ícono de devoción. El lugar desborda de vestimentas de terciopelo que la virgen no alcanza a exhibir toda. A este lugar solo le es permitido entrar al sacristán.
Un poco de historia
Cuando usted se acerca al Centro Histórico desde el sur de la ciudad, será recibido por una torre hermosa adornada con un elegante reloj, que forma parte del fascinante complejo de Santo Domingo. La Plaza era la entrada a Quito, donde se podía encontrar a las famosas «cajoneras», vendedoras de productos de lino y las tradicionales muñecas de trapo.
La edificación de la iglesia y monasterio en sí comenzó en 1581 y constituye una de las estructuras religiosas más importantes de la ciudad. En 1880, la fortuna de esta iglesia cambió radicalmente. Un grupo de sacerdotes italianos llegó a la ciudad con el objetivo de modernizar el culto. En su afán de “desarrollo”, decidieron actualizar la imagen de Santo Domingo: cambiaron el color, modificaron los temas pictóricos y hasta los retablos barrocos. Ellos hicieron reformas funcionales las cuales cumplían con los requisitos de una nueva idea de culto impuesta por los europeos. Ahora tenemos una iglesia con tres naves, pintura neoclásica y un techo lleno de color y estilo mudéjar.
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